Después de darle muchas vueltas, hoy he decidido cambiar de enfoque y escribir este post desde una perspectiva diferente a la habitual. Mi última comida en El Celler de Can Roca me ha hecho reflexionar mucho sobre lo que significa una visita a un restaurante de estas características y que la experiencia sea o no plena cambia completamente su sentido.
11 meses esperando que llegue ese Sábado esperado, muchas ilusiones puestas en un lugar que siempre me ha complacido y con un reconocimiento que debería ser garantía de satisfacción, un importante esfuerzo económico y muy favorables precedentes en prensa gastronómica. Al finalizar el almuerzo diversas preguntas asaltan mi mente: ¿Qué ha pasado hoy con el servicio? ¿Pueden suceder estas cosas en un restaurante de esta categoría? ¿Por qué yo tengo esta percepción y el crítico famoso de la publicación X puede llegar a afirmar que para él es el mejor restaurante del mundo? ¿Anónimos y “famosos” tenemos un trato diferente? Sí, supongo (o estoy convencida) que algunas son preguntas ingenuas, pero me niego a admitirlas.
Hace unos años un ilustre colaborador de un máster de periodismo gastronómico que cursé predicó hasta la saciedad que una de las bases de la buena crítica era la objetividad. ¿Son objetivos los críticos? Quizás si lo sean y el problema es que como he dicho antes reciben un trato diferente.
Sea cual sea la respuesta, yo sí voy a ser objetiva, además de crítica, y con pesadumbre diré que mi última cita con El Celler de Can Roca no ha estado ni a la altura de mis enormes expectativas ni a las de su grandeza. Estoy convencida que su éxito es más que merecido y por un desliz no voy a negar algo que siempre he defendido, sería hipócrita por mi parte, pero debo ser honesta.
Aunque el menú tampoco ha logrado emocionarme como en otras ocasiones, pienso que a nivel técnico, cualitativo y creativo su categoría es casi incontestable, y digo casi porque ha habido algún problema con la temperatura de un par de platos y otro con uno de los ingredientes de un postre que en unas líneas comentaré.
No obstante, mi reproche hacia el Celler es para el servicio, que en esta jornada estuvo demasiado errático para su posición, y lo que podía haber sido una experiencia magnífica automáticamente pasa a ser analizada minuciosamente solo por este descontento. Solo 3 ejemplos de algo que pienso no debería pasar en un lugar como este: platos esperando en la mesa de servicio sin servirse a la mesa que corresponde y se devuelven a cocina porque se han enfriado, errores en el orden de servicio del maridaje de vinos, y el que me afectó directamente, una equivocación con el postre “Viaje a la Habana”, que además de olvidar que lo había pedido con la comanda lo sirvieron con el relleno de nata sin ahumar. Después de pedir este postre en diversas ocasiones sé cuál es su sabor, por lo que en ese momento me sentí engañada. ¿Quisieron hacer el postre de manera rápida y se saltaron el paso del ahumado?
Dicho esto también debo comentar que quisieron enmendar el error no solo repitiendo el postre, esta vez bien ejecutado, sino también incluyendo un postre adicional en el menú.
Volviendo al menú, es el que menos me ha entusiasmado de los últimos años, pero este es un tema muy subjetivo.
Los aperitivos, a excepción de la tortilla de alcachofa que fue la más floja, además de originales, explican una historia y estaban deliciosos.
De los viajes de los hermanos Roca nace el primero de ellos, “Comerse el mundo”, un mundo con 5 escalas: Méjico, Perú, China, Marruecos y Japón.
Se mantiene en el menú el conocido bonsai con sus Olivas Caramelizadas rellenas de anchoas de l’Escala, riquísimas.
Un Crujiente de Gambitas muy sabroso, un Bombón de Carpano con pomelo y sésamo negro refrescante y la menos afortunada Tortilla de alcachofa.
Y los últimos aperitivos, dos delicias con trufa negra, el Bombón de trufa negra y el Brioche de trufa negra.
A continuación, un estético además de delicado Caldo de verduras con guisantes, brotes, flores y hojas, y un plato soberbio, de los grandes de este menú, la “Olivada” Gazpacho de olivas negras, mousse de oliva gordal picante, buñuelo de oliva negra, helado de oliva manzanilla, pan tostado con aceite, gelée de hinojo, gelée de ajedrea y oliva picual.
Tenía mucha ilusión por probar este plato, y no defraudó. La “Comtessa” de espárragos blancos y trufa es otro de mis favoritos. Increíble cómo va cambiando, no sólo textura como es evidente, a causa del cambio térmico en boca sino también los matices de sabor. Grandiosa.
Tras dos increíbles platos, la Ensalada de anémonas y navajas resultó más convencional, aunque bien elaborada, donde lo agradable son las texturas.
Siempre que hablo de calidades de gambas y de perfección en la cocción de las mismas hablo de El Celler de Can Roca. Pienso que tienen una gamba excepcional y que clavan el punto. En este caso no ha sido menos, pero ha habido una pequeña pega, y es que a mi gusto le habría dado algo más de temperatura. A parte de eso, un plato absolutamente genial, Toda la gamba: Gamba a la brasa, jugo de su cabeza con algas, agua de mar, “pa de pessic” de plancton.
Y otra maravilla, la Ostra con holandesa de caza.
El Terciopelo de alcachofas con Cynar es uno de los platos que menos me ha impresionado, ni gustativa ni visualmente, aunque pronto se soluciona con otra fantástica elaboración, las Colmenillas con piel de leche y nueces al curry. Sensacional.
El lenguado es un pescado muy recurrente en el Celler, y el plato del año pasado me fascinó, quizás por ese recuerdo este Lenguado con ajo, perejil y limón me dejó algo indiferente. Además, nuevamente frío.
Jugosas y ricas Mollejas y ventresca de cordero a la brasa con berenjena, café y regaliz, y un Pichón con mole y fresones a la brasa con rosas. A este último plato no logré encontrarle mucho sentido. No me combinaron los sabores, por lo que no me sedujo.
Acerca de los postres, siempre ha sido uno de los puntos fuertes de El Celler, por algo Jordi Roca está considerado uno de los mejores postreros mundiales. No obstante, creo que en esta ocasión el nivel ha estado por debajo de mis visitas anteriores.
A destacar por encima de todos el Helado de masa madre con pulpa de cacao, macarons y vinagre de Jerez, todo un homenaje al pan bien hecho, y también el postre llamado Violetas, una esfera de canela y violetas con coco y toffee de miel.
La Adaptación del perfume Shalimar de Guerlain es un postre sobretodo refrescante, algo que se agradece, pero poco destacable a mi parecer.
El Postre láctico no estaba previsto y es el que han incluido para compensar el error comentado. Dulce de leche, helado de leche de oveja y espuma de requesón. Goloso aunque mucho más ligero de lo que aparentemente resulta.
Y para acabar, el mítico Viaje a la Habana, cilindro de chocolate relleno de nata ahumada con puro habano Partagás y acompañado de una adaptación del clásico mojito. Este es el primer gran postre de Jordi Roca y pese al “error”, sigo pensando que es una genialidad.
Escribir hoy este post no ha sido agradable para mí, pero como he comentado anteriormente, debo ser justa y lo más objetiva posible y, por encima de todo, considero que si la ilusión que siempre deposito en los restaurantes que visito se ve afectada por uno o varios errores que considero molestos, tengo todo el derecho de expresar mi malestar.
No obstante, sigo admirando a los hermanos Roca y cuando tenga ocasión les visitaré de nuevo.
El Celler de Can Roca
c/ Can Sunyer, 48. Girona
Tel. 972222157
www.cellercanroca.com
Hola! No sé si ha sido agradable o no escribir este post, entiendo lo que dices, pero una cosa sí tengo clara: son muy, pero que muy, necesarios estos posts. Mi más sincera enhorabuena.
Las preguntas que planteas en los primeros párrafos me las he hecho, y sigo haciendo, con mucha más frecuencia de la que me gustaría. Básicamente implican dos cosas: o que nos engañan nuestras fuentes o los restauradores a los que visitamos; no sé qué prefiero. Entre todos, apoyados por los medios y realzado por las RRSS, hemos creado, no sé si una burbuja, pero algo que en cierto modo es contraproducente para la gastronomía en sí. Para empezar se pierde la perspectiva o resulta muy complicado gestionar las ilusiones y expectativas propias cuando uno visita al «mejor restaurante del mundo mundial». Y esto no ocurre cuando vas a un sitio en el que sabes de antemano que simplemente vas a comer, si me lo permites, «como Dios». Al menos a mi me pasa. Si sirve como ejemplo, y aunque no tienen nada que ver en tipo de cocina, mis expectativas son completamente distintas si voy a un gran japones que si voy, ya que estamos, al Celler. Estoy seguro de que voy a disfrutar mucho en el primero y cada día es más fácil salir con cierta frustración del segundo…
Otro punto a tener en cuenta es que la percepción y satisfacción son muchas veces muy subjetivas. Estado de ánimo, del que muchas veces ni eres consciente, compañía, expectativas,… Eso es complicado…
El Celler… Yo sólo he tenido el gusto una vez…Fui con mucha ilusión, las expectativas eran probablemente estratosféricas… La mesa un poco rara, tal vez… Me salió por el desplazamiento, ya que me invitaron… Salí, salimos toda la mesa, decepcionado… Creo que no sabría decir muy bien porqué… Quiza algún detalle menor… Pero no guardo especial recuerdo de aquella comida.
¡Gajes del oficio!
Pablo.
Hola Pablo,
en primer lugar muchísimas gracias por los comentarios.
Está claro que hay mucho de intrínseco en una experiencia gastronómica. Un plato que a mi me puede emocionar a mi compañero puede no decirle nada, pero es totalmente aceptable. El problema es cuando en un lugar en el que se crean estas expectativas debido a que tiene una categoría, un precio, un nombre, empiezan a fallar diversas piezas de ese engranaje que debería funcionar a la perfección.
Por otra parte, posiblemente es cierto lo de la burbuja, pero por eso como clientes creo que debemos ejercer nuestro derecho a la opinión. Desde el respeto, pero con libertad. Los profesionales en sus medios y nosotros en nuestros blogs.
Un saludo y gracias de nuevo,
Angels
Angels, eso está claro: un 3* no puede fallar ni en el servicio, ni en nada si me apuras. Efectivamente las opiniones y la crítica son buenas y necesarias.
Pablo.
Le doy mi enhorabuena por la entrada ya que a mí personalmente son este tipo de críticas las que me gusta encontar cuando busco información sobre un restaurante.
Todos sabemos que es muy fácil encontrar alabanzas de los críticos y blogueros a los que se les prepara una cena especial para que le den difusión a la misma pero esa no es la realidad a veces del cliente anónimo que visita el restaurante y paga su factura.
Este tipo de restaurantes tienen que llegar a la excelencia. Tiene que ser todo perfecto.
Un saludo
Muchas gracias por el comentario. Por fortuna no es algo que pase a menudo en un restaurante de este nivel, por lo menos a mí no me ha pasado y en El Celler es la primera vez, pero es cierto que no he encontrado críticas negativas de ningún crítico, todo lo contrario y por eso me hago tantas preguntas sobre el trato diferencial. Gracias por «leerme» y por comentarlo.
Un cordial saludo,
Angels