El 3 es el número con el que se representa el equilibrio, la equivalencia y la igualdad. Según la numerología es el símbolo de la manifestación artística, del disfrute y de la felicidad.
El simbolismo de tan alegórico número personifica el perfecto prólogo con el que introducir mi experiencia en El Celler de Can Roca.
No es la primera vez que les dedico unas líneas, pero sí la ocasión en la que la magia del 3 ha estado presente en cada instante, en cada bocado, en cada sorbo.
A pesar de algún desencuentro, siempre he considerado El Celler de Can Roca uno de los restaurantes en los que la experiencia es más completa. Cocina salada, bodega y cocina dulce en perfecta armonía y al servicio del disfrute.
En esta ocasión, además, la sala estuvo al mismo gran nivel, algo que para mí era una de las asignaturas pendientes.
El menú festival me parece más interesante a cada visita. Los viajes les sientan bien a los hermanos Roca. Combinar el fabuloso producto local con el que siempre han trabajado con los sabores de sus experiencias viajeras aporta a sus platos un cautivador atractivo.
Prueba de ello es el genial preámbulo con el que se inicia el recorrido, «Comerse el mundo», una sugerente degustación de exóticos sabores dedicados, en esta ocasión, a Tailandia, Japón, China, Perú y Corea.
Tras ellos, regresamos a «casa» con unos brillantes aperitivos que aluden a la «Memoria de un bar en las afueras de Girona».
Le suceden la Estrella de mar, el Coral, una nueva versión de la oliva verde, esta vez en helada, y la deliciosa trufa en forma de bombón y brioche.
Inmersos ya en materia, el «Calçot» con anguila, los Guisantes con pulpitos y la Flor de cebolla de Figueras con queso comté me recuerdan por qué me impresiona tanto este lugar. La maestría con la que ensalzan productos cotidianos y la delicadeza con la que componen los platos es sensacional.
Me gusta menos la Ostra con salsa de hinojo. El corte no la beneficia. Otra historia es la magnífica Cigala con artemisa, aceite de vainilla y mantequilla tostada. Delicada y profunda al mismo tiempo.
Brillante Caballa con tempeh de judías del “ganxet” de una, dos y cuatro semanas. Un plato tan bello como exquisito.
Recuerdo cada una de las gambas que he comido en El Celler, uno de sus productos fetiche. Todas me han conmovido siempre. La Gamba marinada en vinagre de arroz no podía ser menos. Su textura y la intensidad de su sabor son de lágrima, aunque añoro el gesto de chupar la cabeza.
De nuevo dos elaboraciones sobresalientes y grandes ejemplos de la maestría con la que “fusionan” ingredientes. Sepia con lías de sake y salsa de arroz negro y Cabeza de merluza con pil pil y verduras encurtidas.
Asombroso Atillo de piel de rodaballo con “espardenyes” y anémonas, una locura de textura.
Rico Cochinillo ibérico, aunque faltó crujiente en la piel y quedó eclipsado por un extraordinario Consomé de cordero al horno de leña.
Belleza es un término que resultaría muy recurrente en cualquier descripción estética de los platos de este menú, pero ninguno lo encarna como el Civet de pichón con su parfait. Impecable en todos los sentidos.
Y cómo toda bonita historia, ésta también tiene un próspero desenlace. No voy a descubrir nada de la cocina dulce de Jordi Roca porque está todo más que dicho. Sus elaboraciones lo tienen todo, a nivel artístico y gustativo. Arriesgadas, esculturales, armónicas, ingeniosas, sencillamente geniales.
Bosque lluvioso, cromatismo naranja, Caja de habanos y Viaje a la Habana.
Aludiendo a la metáfora del triángulo equilátero, la consumación de la jornada vino a cargo de un maridaje excepcional y un servicio acompasado y empático que diluye cualquier sombra pasada.
Así es la magia del 3…
El Celler de Can Roca
Carrer de Can Sunyer, 48, 17007 Girona
Tel. 972222157
www.cellercanroca.com